La cenicienta

Erase una vez, una hermosa chica que desafortunadamente se había quedado sin la presencia de sus padres, por lo que quedó a las órdenes de su malvada y superficial madrastra, que además venía acompañada de otras dos iguales hermanas, que decidieron hacerle la vida imposible a la cenicienta.

Tanto así, que la obligaron a ser su sirvienta, aquella que les lavaba, planchaba y limpiaba sin obtener nada a cambio. La cenicienta no tenía derecho a quejarse, pues siempre levantaban calumnias sobre ella. El pueblo había un castillo donde habitaba un apuesto y soltero príncipe, que se encontraba en búsqueda de la mujer ideal para casarse con él, por lo que organizó un baile al cual invitó abiertamente a todas las chicas solteras.

Las malvadas hermanastras de la cenicienta se preparaban con mucha emoción para este baile y cenicienta, al escuchar las conversaciones de ellas, no podía evitar sentir deseos por asistir y conocer si ella era la afortunada elegida por el príncipe, aunque sus esperanzas eran pocas.

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Llegó el día. Las hermanastras de cenicienta lucían unos trajes muy llamativos para la reunión. Cenicienta por su parte no tenía nada que ponerse, llamado al que sus amigas las hadas supieron responder muy bien, concediéndole el deseo del vestido más hermoso que sus ojos podrían ver, pero con la condición de que solo era válido hasta las 12 de la noche.

Cenicienta, al llegar al baile logró compartir una pieza con el príncipe, quien quedó fascinado con su encanto y su belleza. Pero la mala noticia se acercaba, el reloj marcaba unos escasos cinco minutos para las doce, por lo que al saber que su deseo pronto se acabaría, cenicienta se vio obligada a correr sin dar más explicaciones, dejando a su paso lo que sería una de sus zapatillas.

El príncipe comenzó a buscar a que mujer del pueblo le pertenecía aquella hermosa zapatilla, pues esa sería la afortunada elegida para ser su esposa y acompañarlo toda la vida. Las hermanastras malvadas de cenicienta no dudaron en probársela, pero por supuesto que no les pertenecía.

Para sorpresa de todos, la zapatilla encajó perfectamente en el pie de cenicienta, logrando así consumar su amor con el hermoso y codiciado príncipe del pueblo, viviendo felices para siempre, sin que las hermanastras pudieran hacer de su vida lo que ellas querían.

Moraleja: incluso los milagros, pueden tomar un poco de tiempo, pero la paciencia apremia al final de la historia.

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